miércoles, 2 de marzo de 2011

4. Un deslizamiento de tierra deja a más de 11.500 personas sin hogar en La Paz

Reportaje n.4 Bolivia 01-03-11


Lo han perdido todo, menos la vida


De momento no se han encontrado muertos y es imprescindible la ayuda humanitaria.

MJ.Vargas

El impacto al que te enfrentas cuando observas en primera persona una catástrofe natural de tales dimensiones, no tiene nombre. Quizá, podríamos decir que la incredulidad se adueña de ti en los primeros momentos, y te ronda por la mente un pensamiento: “Esto no está pasando”. Pero de repente despiertas, con el impacto que te produce un jarro de agua fría, cuando escuchas “señorita dejen de grabar y ayúdenme”.

En ese instante, se pasan miles de cosas por la cabeza, la primera de ellas es ayudar, la segunda es seguir grabando con la frialdad de un espectador que tiene como misión criticar la película, pero de momento,  ni nos planteamos qué pasaría si se produce un nuevo desplome en la zona en la que estamos trabajando.

Luisa Juárez, de 70 años, tampoco lo piensa. Ella quiere recuperar de entre los escombros algo de ropa con la que poder vestir a sus dos nietas, huérfanas de madre, y poder contactar con su hijo que inmigró hace diez años a Valencia para decirle que las niñas están bien. “Sólo quiero rescatar algo para ellas. Yo ya lo he perdido todo, en mi casa tenía todos nuestros ahorros y sé que no los voy a recuperar pero no quiero que las niñas mueran de frío si tenemos que dormir en la calle”. Los ahorros de María Juárez, según nos dice cuando se puede despistar de su marido, Santiago, son de unos 1.500 bolivianos, “los he podido ahorrar de lo que me envía mi hijo, ahora no sé qué vamos a hacer”.

La señora Juaréz, cuenta, al menos, con el apoyo de su esposo, pero según vamos hablando con la gente encontramos casos como el de Exaltación, 34 años, madre soltera y con 5 hijos, “las autoridades no me saben decir que va a pasar con nosotros, no tengo comida para los niños, no tengo vivienda, estaba de inquilina -en alquiler- no tengo a nadie a quien acudir, ni familia, ni nadie que me pueda ayudar, no sé que será de nosotros ahora”.

Exaltación no se molesta en buscar entre los escombros, “si no tengo nada señorita”, me dice, “ayúdeme, pregunte usted que puedo hacer, a donde puedo ir para que le den agua y de comer a los niños”.

En esos momentos, uno no tiene realmente claro si se encuentra allí de labor humanitaria, o como informador. Aunque el sentido común nos dice que mientras podamos hacer algo por ellos, también tendremos una historia que contar al mundo.

Por suerte, al poco de comenzar a andar para buscar ayuda tres soldados de las fuerzas armadas vienen a mi encuentro, saben que soy periodista española, ellos me han permitido el acceso a la ‘zona roja’, previa comprobación de la acreditación que me identifica como profesional y por eso, vienen a avisarme de que en unos minutos el presidente Evo Morales está llegando al colegio donde se encuentra instalado el campamento provisional que acoge a unas 300 personas. Les pido que, por favor, ayuden a Exaltación y sus hijos mientras me apresuro a buscar el colegio.

A penas 20 minutos más tarde, entre fuertes medidas de seguridad, aparece el 4x4 del presidente custodiado por otros dos vehículos en los que se puede leer “prohibido adelantar a este coche”. A su llegada, Evo es aclamado por la multitud que se encuentra refugiada en el centro, da la sensación de que más que a un presidente del gobierno reciben a una divinidad.

Altavoz en mano, y rodeado por fieles que animan al auditorio a clamar por el presidente de la patria coreando “Viva, Evo”, Morales toma la palabra para dirigirse a un público, que entre llantos y ovaciones, espera milagrosas propuestas: “No vamos a abandonarlos, no vamos a abandonar a las familias que quedaron sin casa, hermanas y hermanos”, unas palabras que son interrumpidas por el clamor popular, “les vamos a ofrecer un nuevo terreno donde construir, a los que son propietarios, en menos de un mes le garantizamos el terreno, ya vamos a ver que podemos hacer con los inquilinos”.

Los terrenos que el presidente ha pensado en ofrecer, podrían estar situados en El Alto, una de las ciudades con mayor índice de marginalidad de América Latina. Sin embargo, las soluciones para aquellos que viven en alquiler están aún por ver. No obstante, esto no es lo más prioritario pues el Colegio Villegas, sólo va a ofrecer a la gente alojamiento y comida durante tres días, a partir de ahí cada cuál debe buscar donde alojarse hasta que lleguen las ayudas.

Tras reunirse con los representantes vecinales Evo abandona el lugar entre un baño de multitudes que realza su figura ante los numerosos medios de comunicación que esperan sus declaraciones. Unas declaraciones, por cierto, muy escuetas y rodeadas de fuertes medidas de seguridad, en las que el presidente no dice nada nuevo.

Tras su marcha, todo hace pensar que el máximo dirigente del gobierno boliviano, visitará la zona de la catástrofe, situada a escasos diez minutos, aunque sólo sea por la mera intención propagandista de dejarse fotografiar junto al dolor de las víctimas y con la estampa de fondo de los destrozos para que estas imágenes den la vuelta al mundo. Algo que ciertamente, os sorprenderá no haber visto, y es porque no lo ha hecho. El presidente del gobierno de Bolivia no visitó a las miles de personas que como María o Exaltación, no han podido entrar por exceso de cupo al colegio donde les dan alojamiento y comida por tres días. En su lugar, Morales, ha enviado al Ministro de Educación, un cargo que a priori resulta extraño sea el encargado de visitar la zona afectada por los derrumbamientos.

Sea como sea, lo cierto es que hay cerca de 1.000 casas sepultadas en la ladera Este de la ciudad de La Paz y más de 11.500 damnificados a los que no les queda otra opción que esperar la ayuda humanitaria de otros países, ir a vivir con otros familiares en el caso de que los tengan o pasar a engrosar la lista de las miles de personas que mendigan en la calle.

Ropa, medicinas, alimentos, incluso agua potable, son en estos momentos indispensables para estas familias, a las que en tres días, se les dejará de ayudar. Ésto en el caso de aquellos que han conseguido refugiarse en el colegio o en los campamentos. Otros como Exaltación, Luisa o Santiago posiblemente sigan viviendo en la calle.